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Titulada «Urbanidad Posthumana», esta pintura abstracta tupida con ricos colores parece oscilar entre la caótica y la eufónica. Ocupa gran parte de la obra una dominante masa púrpura que se expande y contrae, imitando a la vez un horizonte urbano y un enjambre yermo de máquinas.
Las torres, que recuerdan a rascacielos, se combinan en formas geométricas extrañas e irreconocibles. Se mezclan de manera ejemplar con los matices azules fríos y grises sombríos, insinuando estructuras de acero y vidrio. En su base, estas figuras se descomponen en patrones fractales, representando la fusión de lo humano con la tecnología.
Se pueden divisar delicadas manchas de verde, ocultas en esquinas, simbolizando las tenues reminiscencias de la naturaleza. Por otro lado, las líneas rojas parecen discurrir como torrentes de data, ilustrando la presencia omnipresente de la información en esta ciudad posthumana.
Finalmente, se aprecia un cielo que, lejos de los tonos azules tradicionales, es una explosión violenta de amarillo, naranja y oro. Simboliza una constante luminiscencia, una era de eterna conectividad. En su totalidad, la obra articula una visión provocativa y distópica del futuro urbano posthumano.
