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La imagen es un retrato bellamente desaliñado que encapsula el aura de una era pasada. Su sutileza es capturada en la textura granulada del sepia y blanco y negro, que añade una capa extra de nostalgia. Al centro, un amor eterno se pinta, un amor transhumano.
El protagonismo se lo lleva una pareja, una mujer android con toques retro-futuristas y un hombre humano de los años cuarenta. La mujer tiene ojos iluminados con un brillo cibernético y está vestida con una blusa ladeada con volantes, una falda de vuelo amplio y unos zapatos puntiagudos. Su aspecto metálico refleja destellos de la decadencia urbana tras ella. El hombre, de traje elegante y sombrero Fedora típicos de la época, mira con intensidad a su pareja. Su mano sujeta delicadamente el rostro de la mujer, una yuxtaposición de piel humana contra metal frío.
Su amor es tan inconfundible como audaz y desafiante. El contraste de tecnología y humanidad, pasado y futuro, se teje perfectamente en esta escena, capturando esencialmente lo que es un amor transhumano. La sensación de permanencia se cierne en el aire, sugiriendo que este amor es inmutable, imperecedero; una historia atemporal grabada en un celuloide desteñido.