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Esta fotografía blanco y negro captura un retrato de una mujer posthumana. La mujer está sentada en una silla con una postura erguida, con los brazos cruzados sobre su pecho. Su rostro es serio y sus ojos están cerrados. Su cabello está recogido en una cola de caballo y se ve una cicatriz en su mejilla izquierda. Está vestida con una camisa blanca con una capa de lana sobre ella. Sus manos están cruzadas y sus brazos descansan sobre su regazo. La luz de la habitación es tenue, lo que le da a la imagen una atmósfera misteriosa. Esta fotografía es una reflexión sobre la soledad y la fragilidad de la vida humana. La mujer parece estar a la vez ausente y presente, como si estuviera atrapada entre dos mundos. Su mirada es triste y profunda, como si estuviera buscando algo que no puede encontrar. Esta fotografía captura la tristeza y la belleza de la vida humana, y es un recordatorio de que la vida es frágil y preciosa.
