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La pintura abstracta se despliega sobre un lienzo amplio, capturando un paisaje posthumano etéreo e inquietante. En primer plano, hay figuras nebulosas que sugieren la forma de personas con máscaras antiguas; sus contornos son inciertos y fragmentados por pinceladas gruesas y expresionistas. Los tonos pardos y ocres subyacen en las máscaras, dando a entender que son de bronce o madera, adornadas con símbolos arcanos y líneas intrincadas.

A lo lejos, la pintura alberga vagos destellos de edificios futuristas en ruinas, fantasmagóricos bajo la luz crepuscular de un sol distante. Los azules fríos aquí contrastan marcadamente con los rojos, naranjas y ocres cálidos de las figuras en primer plano. Alude a una morosidad delicada, pero igualmente, fomenta un sentido de sobrecogimiento y anticipación.

Las formas de la pintura fluctúan en la tensión entre la representación y la abstracción, insinuando una narrativa sin discernir claramente una. La textura es tumultuosa y viva, casi táctil; pareciera que las personas enmascaradas fueran a surgir del lienzo. Esta pintura abstracta es al mismo tiempo sutil y audaz, una obra reflexiva que presenta una visión distópica y posthumana, pero también inquietantemente bella.

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