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Esta fotografía en blanco y negro captura un paisaje posthumano desolado. El paisaje está compuesto por una extensión de tierra árida y desolada, cubierta de polvo y arena. No hay señales de vida, sólo una vasta extensión de tierra muerta. El horizonte se extiende hasta el infinito, sin fin, con un cielo gris oscuro que se funde con el suelo. La luz se filtra a través de la niebla y el aire es denso y pesado. La imagen es a la vez inquietante y tranquilizadora. La fotografía es un recordatorio de la fragilidad de la vida y la naturaleza. La imagen evoca la idea de una naturaleza sin vida, una tierra que se ha quedado vacía después de la destrucción de la humanidad. Es una imagen que nos recuerda que el planeta es un lugar frágil y vulnerable.