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Esta pintura abstracta muestra un paisaje posthumano que se encuentra en un estado de transición. El fondo está lleno de tonos de gris, como si la luz del sol hubiera sido filtrada por una nube de polvo. Esto crea una sensación de desolación y aislamiento. La línea de horizonte se ve interrumpida por grandes montañas de metal, algunas de ellas cubiertas de hierba y árboles. Estas estructuras son los restos de una civilización humana que ya no existe. La tierra se ve desolada y sin vida, con el suelo cubierto de restos de maquinaria y otros objetos. Los colores son brillantes y vibrantes, con una paleta de tonos que van desde el amarillo hasta el azul, pasando por el verde y el rojo. Estos colores crean una sensación de esperanza y energía, como si la vida estuviera a punto de resurgir de las cenizas. La pintura es una reflexión sobre la fragilidad de la vida y la naturaleza cambiante de la humanidad.